El territorio que hoy conocemos como México fue, hace millones de años, parte del vasto Mar de Tetis, según la teoría del geólogo Edward Suess. Esta antigua conexión marina es la razón por la que se encuentran fósiles marinos en diversas regiones del país.
Durante la era Mesozoica, la mayor parte de México estaba sumergida bajo las aguas del océano de Tetis, con excepción de algunas zonas altas en el noreste de Chihuahua y Durango. Hace unos 70 millones de años, los movimientos terrestres dieron lugar al surgimiento del territorio mexicano actual, transformando el océano de Tetis en regiones desérticas con grandes depósitos de sal.
En regiones como Xilitla en San Luis Potosí y la Sierra Poblana (incluyendo Xochitlán, Yaonáhuac y Nanacatlán), se han encontrado numerosos fósiles marinos, especialmente amonites. Estos animales marinos, protegidos por conchas de aragonito en forma de espiral, son comunes en rocas del Jurásico y están emparentados con cefalópodos actuales como pulpos y calamares.
Además, en las zonas áridas del norte de México se han recolectado fósiles de dinosaurios, mamuts, tortugas, vegetales petrificados y dientes de Helicoprion, lo que sugiere que el antiguo mar era cálido y tropical, con abundante vida marina similar a los arrecifes modernos.
La presencia de estos fósiles no solo es un testimonio del pasado geológico de México, sino también una ventana a la rica historia natural que formó el paisaje del país tal como lo conocemos hoy.