Redacción.- Cientos de residentes en la pequeña ciudad japonesa de Shika se forman en largas filas frente a la alcaldía en busca de los seis litros de agua asignados por persona, luego del poderoso terremoto que golpeó el país en Año Nuevo.
Tsugumasa Mihara, de 73 años, describe la experiencia como inusual y perturbadora. Se encontraba descansando cuando un fuerte temblor interrumpió su siesta el lunes a las 16:10 horas locales.
Aunque los daños en su casa fueron leves, con solo unos platos rotos, la principal preocupación radica en el suministro de agua, ya que la red de agua potable de Shika y de otras ciudades en la península de Noto sufrió daños significativos.
Aproximadamente 150 sismos sacudieron Japón durante este período, siendo el más fuerte con una magnitud de 7.6, según la agencia meteorológica japonesa JMA.
Mihara, a diferencia de muchos otros, cuenta con electricidad, pero la falta de acceso al agua potable se ha convertido en un problema crítico para la comunidad. En otras áreas, varios edificios y casas colapsaron debido a las fuertes sacudidas, con un saldo provisional de 50 muertos.
En Wajima, a 60 kilómetros al norte de Shika, un barrio completo de casas de madera quedó destruido por las llamas. La península, rodeada por montañas y el mar, enfrenta desafíos para el acceso de los servicios de emergencia debido a carreteras dañadas, derrumbes y bloqueos.
A pesar de la inusual calma en las ciudades afectadas, los residentes hacen cola en supermercados en busca de suministros básicos, y algunos comercios permanecen cerrados debido a la escasez. El acceso a agua se ha vuelto crucial, y los habitantes esperan con paciencia la distribución de este recurso vital.
Milenio*